Narco peruano capturado en Argentina está vinculado a SM. Según revela minucioso informe elaborado por periodistas de El Comercio, Infobae, Convoca, Búsqueda, IrpiMedia y OCCRP.
Por décadas, Carlos Atachahua Espinoza habría liderado un imperio global de narcotráfico y lavado de dinero, sospechan las autoridades. Durante las pesquisas se ha vinculado su nombre con paquetes de cocaína, estampados con figuras incas, que llegaron a la ‘Ndrangheta de Italia y a otros grupos criminales, mientras que casas de cambio en diferentes latitudes se usaron para lavar las ganancias. Esta es una investigación transfronteriza desarrollada por periodistas de cinco países, en la que participó Convoca.pe, y coordinada por OCCRP.
Carlos Sein Atachahua Espinoza a veces se presentaba a las reuniones con overoles de obrero manchados, un atuendo que difícilmente lo identificaba como un “capo del narcotráfico”. Se parecía más a un albañil que salía de una obra de remodelación en una casa.
Pero detrás de esta apariencia desaliñada de individuo común y corriente, el peruano de pelo oscuro, de 52 años, era un hombre meticuloso, extremadamente cauto y millonario, señalan algunas personas que lo conocieron. Para sus negocios solía usar dinero en efectivo y se aseguraba de mantener la información dividida entre la gente que dirigía, compartiendo únicamente lo que cada uno debía saber. Se dice incluso que escondía monedas de oro en las paredes de una de sus propiedades.
A veces se presentaba como cambista o vendedor de autos usados y usaba alias como «Abraham Levy». Otras veces se hacía pasar por ingeniero de fluidos de una universidad de Lima.
Durante al menos 14 años, dicen las autoridades, la táctica funcionó. Atachahua logró mantenerse fuera del radar y dirigió desde Argentina un imperio de narcotráfico y una operación de lavado de dinero desde al menos 2006 hasta 2020, con conexiones en España, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia, Colombia, Italia y Canadá, según la declaración que dio su contador a las autoridades argentinas.
De acuerdon con las autoridades, envió cocaína desde las zonas productoras de Sudamérica a todo el mundo, en cargamentos estampados con logos de soles y otros símbolos incas. Más allá de Perú, se relacionó con traficantes de Colombia y vendió cocaína a los mafiosos del clan criminal italiano ‘Ndrangheta’. Cuando los millones de dólares empezaron a fluir, habría usado casas de cambio corruptas a ambos lados del Atlántico para lavar las ganancias obtenidas en el mercado europeo.
Atachahua finalmente fue arrestado por cargos de lavado de dinero en Argentina en 2020, dos años después de que su antiguo contador, Diego Xavier Guastini, empezara a colaborar con la justicia y entregara muchos de sus secretos. Para entonces, según el expediente penal de Atachahua, su grupo invirtió una fortuna en dinero sucio para crear empresas ficticias y comprar inmuebles y estacionamientos en Argentina entre 2006 y 2020. Los reporteros también encontraron varias propiedades y terrenos relacionados con Atachahua y su familia en Perú.
Mientras se define su futuro, monitoreado desde su casa en Argentina con una tobillera electrónica, periodistas de OCCRP, El Comercio, Infobae, Búsqueda, IrpiMedia y Convoca desentrañaron la oscura red de Atachahua. Utilizando documentos judiciales, entrevistas con autoridades en varios países sudamericanos, registros de inmigración, información sobre propiedades y empresas, así como viajes a terreno, los reporteros trazaron sus posibles rutas y métodos de tráfico de drogas y descubrieron cómo logró evitar ser detectado.
Se sospecha que la organización que lideró Atachahua lavó por lo menos 7 millones de dólares, pero las autoridades afirman que la cifra podría ser mucho mayor dada su preferencia para usar efectivo. Ese esfuerzo por ocultar sus actividades ilícitas, según dijo a las autoridades el contador Guastini, tenían una razón: Atachahua quería empezar a enderezar su vida.
Su plan era, con el tiempo, convertirse en un hombre de negocios honesto, dijo el contador. “Él lo que quería era tener un paraguas limpio, legal, comercial, para que sus hijos vieran que iba a trabajar”.
Si eso alguna vez sucede, Guastini no podrá verlo.
En octubre de 2019, unos días después de hablar por tercera vez con las autoridades sobre Atachahua, el contador fue asesinado a tiros.
Los medios argentinos informaron que una camioneta Toyota bloqueó el camino del Audi A4 de Guastini mientras conducía por un suburbio de Buenos Aires. Luego, un sicario en una motocicleta le disparó tres veces. «Me dieron, me dieron», alcanzó a decirle a un conductor que lo ayudó a llegar a la acera. Guastini murió poco tiempo después en un hospital cercano.
Atachahua no ha sido acusado del asesinato de su contador, quien también tenía vínculos con otros grupos criminales. Hasta el momento, Atachahua ni siquiera enfrenta cargos por narcotráfico en Argentina. Las acusaciones de la policía y de otras fuentes, así como la imputación oficial, aún no han sido probadas en los tribunales.
A través de su abogado, Atachahua se negó a contestar las preguntas que le enviaron los periodistas.
Para un presunto capo de la droga, el estilo de liderazgo de Atachahua y su enfoque paciente hacia los negocios eran inusualmente modestos, dicen los expertos. No le interesaban las pistolas de oro, las reuniones con celebridades o las lujosas haciendas con las que suelen alardear los narcos de Colombia y México.
“La mayor parte de narcotraficantes tienen ese punto débil, que siempre buscan exhibir sus ganancias, exhibir, porque esa es la finalidad de su negocio”, dijo el fiscal Eduardo Castañeda, de la Primera Fiscalía Supraprovincial Corporativa Especializada Contra la Criminalidad Organizada de Perú.
Por el contrario, dijo Castañeda, el enfoque de Atachahua fue “algo particular”. Fue un enfoque caracterizado por abundante cautela. “Él siempre decía que una persona tiene que conocer el 20 % de la operación, que si sabía más del 20 era riesgoso, incluso que hasta su mujer tenía que conocer el 20 % de la operación», dijo Guastini a los fiscales.
Lo que Atachahua tenía en común con muchos traficantes era que surgió de orígenes oscuros. En Huánuco, una ciudad en el centro de Perú, heredó la inteligencia criminal de su familia, que ha estado involucrada en el negocio de las drogas por décadas.
El padre, Carlos Atachahua Olarte, tenía procesos judiciales relacionados con el narcotráfico en Perú desde la década de 1960. Su madre, su hermana mayor y su cuñado también han sido condenados por su participación en el negocio de las drogas.
En la década de 1980, las autoridades peruanas detuvieron a la madre de Atachahua, Bladimira Espinoza, en una casa que contenía más de nueve kilogramos de pasta base de cocaína, y en 2001 su hermana mayor y otras personas fueron detenidas en Perú por posesión de drogas para su distribución y comercialización.
En 1980, Bladimira Espinoza, madre de Carlos Atachahua, fue detenida con más de nueve kilogramos de pasta base de cocaína.
Su cuñado, Enrique Sósimo Ángeles Flores, fue capturado en Perú en 2003 y condenado a 10 años por narcotráfico. Según el contador de larga data de Atachahua, Ángeles Flores era un jugador central en la organización de Atachahua.
En 1999, Carlos Atachahua tuvo su primer roce con la ley, cuando fue arrestado y luego condenado a nueve años de prisión en Perú por tráfico de drogas y falsificación de documentos, después de que encontraran cocaína en un coche en el que viajaba. Fue liberado antes de tiempo por razones que aún no están claras, y entre principios y mediados de la década de 2000 llegó a Argentina.
Se estableció en el exclusivo barrio de Caballito en Buenos Aires y, según el contador, comenzó vendiendo drogas a nivel local, pero pronto amplió sus horizontes para terminar vendiendo su cocaína, que posiblemente venía de Bolivia o Perú, a Europa, a través de Uruguay y Brasil.
Guastini explicó a las autoridades cómo su jefe se relacionó con colombianos, uruguayos, chilenos e italianos, todos con sus propias rutas de tráfico establecidas, en un esfuerzo por “corporativizar” su negocio y sacarlo de los barrios marginales.
Datos de migración peruanos respaldan este relato y muestran que en diciembre de 2002 el ambicioso Atachahua ya viajaba a Brasil y Chile.
Cuando obtenía la cocaína, la movía por tierra a través de Sudamérica con coches particulares y camiones que transportaban productos como plátanos o artículos de aseo. Los paquetes, según Guastini, se introducían en compartimentos secretos del chasís sellados con poliuretano expandible, una espuma de plástico para rellenar grietas.
La mercancía comercializada por la organización de Atachahua a menudo estaba marcada con un sol peruano y, a veces, con pirámides, que evocan la tradición inca y los orígenes indígenas del capo, dijo Guastini.
Atachahua evitaba los puestos de control, aunque eso obligara a planear viajes más largos. En algunas ocasiones una sola operación podía demorar hasta 40 días, indicó Guastini, con cargamentos que recorrían rutas sinuosas hacia Brasil y otros lugares para luego ser enviados a Europa.
En el allanamiento de 2020 contra Atachahua, la Gendarmería de Argentina arrestó a tres personas e incautó 360 mil dólares, 4,6 millones de pesos argentinos y 10 mil euros. Foto: Gendarmería Agentina.
En 23 años de negocios, Guastini afirmó que Atachahua «nunca había tenido una sola pérdida». El capo a menudo seguía sus envíos por el mundo, cuadrando citas para conocer compradores y comunicarse con contactos del bajo mundo. Registros de inmigración de Argentina y Perú muestran que usó al menos ocho pasaportes o documentos de identidad nacionales en sus viajes por tierra y aire.
Registros de aduana argentinos muestran que entre 2008 y 2020, Atachahua salió y entró al país más de 200 veces, casi dos tercios de estas vinculadas a viajes a Perú. También viajó 18 veces a Canadá, donde vivía su hija. Documentos de migración en Perú muestran que salió 290 veces de este país entre 2002 y enero de 2020. De estas, 132 fueron a Argentina y también registra varios desplazamientos a Panamá.
Según las autoridades argentinas, su hija empezó a recibir donaciones ficticias de sus padres cuando cumplió 18 años en 2012. Estas transacciones, apuntan las autoridades, fueron pensadas para “quitar esa sombra” de sus activos obtenidos lavando dinero. Los Atachahua también hicieron donaciones a una exclusiva escuela secundaria en Columbia Británica, Canadá.
Después de entregar su cocaína en Europa y otros lugares, Atachahua tenía que traer sus ganancias a Sudamérica, de acuerdo con la investigación. En algunas ocasiones mandó efectivo a Perú y Argentina usando “mulas” que lo traían en su equipaje de mano en vuelos comerciales. Otras veces, pasó por casas de cambio de divisas en Italia.
Para ello, el contador Guastini señaló que recogía personalmente el dinero en efectivo en España antes de llevarlo al norte de Italia en un auto alquilado. Allí le entregaba el dinero a Héctor Valdivia Chávez, un peruano instalado en Milán que dirigía la casa de cambio Chavin Cash, cerca de la estación de tren Milano Centrale.
Cuando los inmigrantes mandaban, de manera legítima, dinero de Italia a Perú para sus familias, Valdivia le añadía uno o dos ceros a la cantidad enviada. Guastini, según el expediente penal argentino, daba a Valdivia un contacto en Lima que podía retirar el dinero extra.
Por Miguel Gutiérrez (El Comercio), Iván Ruiz (Infobae), Guillermo Draper (Búsqueda), Cecilia Anesi (IrpiMedia), Milagros Salazar (Convoca), Gonzalo Torrico (Convoca), Daniela Castro (OCCRP), Nathan Jaccard (OCCRP) y Romina Colman (OCCRP)
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Guastini dijo que Gomer River Cortez, dueño de la casa de cambio Mister Dólar en Perú, recibía el dinero en el otro extremo de la cadena. Contactado por teléfono, Cortez negó conocer a Atachahua o a Guastini. «Acá llega todo tipo de personas con dinero a cambiar, a querer cambiar dólares», dijo.
En 2017, el cambista fue sancionado por la Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) de Perú por no aplicar procedimientos para detectar transacciones sospechosas. De hecho, en una inspección realizada por la autoridad peruana, se encontró que había realizado en julio de 2014 dos fuertes operaciones de cambio con Carlos Antonio Sulca Cruz, investigado por pertenecer a una presunta organización criminal dedicada al lavado de activos del narcotráfico.
En una ocasión le vendió 40.000 dólares y en otra, 89.445.
Consultado sobre ello, Cortez dijo no recordar que las transacciones fueran tan altas. Sin embargo, reveló que sí lo hacía con cierta frecuencia. «Ese señor venía acá a comprar. Compraba 5 mil, compraba 7 mil, como un cliente cualquiera (…). Después salió ese problema que tuvo [lavado de activos] y la verdad que no sé. Como cualquier cliente venía a comprar. Pero cantidad, no. No es que haya comprado 90 mil. Compraba 10 mil, después 8 mil, después otro día compraba así», señaló.
La autoridad peruana sancionó a Cortez con una multa equivalente a 200 dólares por no reportar sus transacciones con Sulca.
Sulca es sindicado como «brazo derecho» de Gerald Oropeza, un empresario peruano que cumple una condena de seis años de prisión por el delito de conspiración para el narcotráfico. La organización de Oropeza salió del anonimato luego de que sufriera un atentado en Lima mientras conducía un lujoso Porsche blindado, que fue impactado por cuarenta disparos de fusiles AKM y una granada de guerra en plena vía pública. En las pesquisas se encontraron audios entre Oropeza y Salvatore Zazo, ‘Zazá’, conocido capo de la Camorra, la mafia napolitana.
Cortez, además, es un viajero frecuente. Desde 2009 cuenta con 40 registros de entradas y salidas a México y 16 a Colombia. Según su declaración, estas idas y vueltas las hace siempre llevando dinero en efectivo, siempre bordeando el límite máximo de 30 mil dólares por vuelo, como lo permiten las autoridades.
«Tengo todas las entradas y salidas con dinero. O sea, llevo de acá euros y allá los vendo, lo que hace todo el mundo, los cambistas», dijo. Aseguró que dichos montos los declaraba ante las autoridades.
Por su parte, el cambista Valdivia, radicado en Milán, no contestó un pedido de entrevista.
Al consultar expertos antimafia y antilavado de dinero en Uruguay y Perú para esta investigación, uno indicó que para que este tipo de estafas funcionen, las casas de cambio tienen que estar en connivencia. Otro sugirió que es posible que el destinatario que recibiera el dinero ganara un porcentaje de los montos que se movían.
Las rutas terrestres que supuestamente usaba Atachahua para el contrabando de drogas también se usaron, según Guastini y el expediente penal argentino, para mover efectivo de Perú a otros países.
El dinero que llegaba a Argentina se lavaba a través de cuatro empresas creadas por la organización, con testaferros que luego compraban estacionamientos y propiedades inmobiliarias. Según la policía, la hija y la esposa de Atachahua, Maribel del Águila Fonseca, eran parte del esquema.
Guastini señaló que, con buena parte del dinero sucio, también compraron monedas de oro sin facturar en el Banco Piano Argentina, que luego fueron ocultadas en las tuberías de un apartamento donde vivía una pareja de ancianos. El objetivo era que este búnker tuviera la apariencia de un hogar cualquiera. Sin embargo, las autoridades no encontraron rastros de estas monedas cuando allanaron el lugar.
En Perú, la familia también parece haber invertido buen dinero en la industria de las gasolineras.
En la región amazónica de San Martín, los Atachahua constituyeron la empresa de venta de combustible Inversiones NCN SAC, con sucursales en las provincias norteñas de Rioja, Moyobamba y Mariscal Cáceres. El nombre de la empresa lleva las iniciales de los tres hermanos Atachahua: Nidia, Carlos y Neddy. La gerente general de la compañía es esta última.
Los trabajadores con los que hablaron los reporteros dijeron que las operaciones del día a día estaban a cargo de administradores externos y que la hermana de Atachahua rara vez los visitaba.
La cautela y la mirada alerta caracterizan a los trabajadores de la red de gasolineras en este enclave amazónico. “No sabemos nada, hablen con los administradores”, respondieron algunos de ellos en la sucursal ubicada en la provincia sanmartinense de Rioja, en la carretera Fernando Belaunde Terry, que no cuenta con una enumeración exacta y a la que se llega solo por referencias.
En el tramo de esta vía, flanqueada por camiones de carga estacionados cerca de la gasolinera de los Atachahua, es fácil perderse al igual que en el entramado de los negocios oscuros de este clan.
Otra de las hermanas Atachahua Espinoza, Nidia, aparece como propietaria inicial de predios rústicos que luego fueron transferidos a la empresa de combustibles familiar.
Esta zona de Rioja es conocida por la presencia de la Iglesia Pentecostés Misionera Segunda Jerusalén, a la que acude una gran legión de pobladores, entre los que alguna vez estuvieron los Atachahua. Los vecinos recuerdan que la familia frecuentaba esa congregación religiosa y que vieron a Nidia en la zona hasta poco antes del inicio de la pandemia en 2020. Una casa abandonada en una zona protegida con un cerco de madera lleva una anotación con pintura negra que hace alusión a la familia Ángeles, el apellido del esposo de Nidia.
En el distrito Elías Soplín Vargas también están en venta propiedades del padre, Carlos Atachahua Olarte, quien según sus familiares aún se dedica al transporte de carga pesada y vive en Huánuco, otra región amazónica conocida por el movimiento del narcotráfico.
Los movimientos de dinero de Atachahua no se hicieron siempre sin obstáculos.
En 2007, dos mulas de Atachahua fueron interceptadas en el aeropuerto de Barcelona con 400.000 euros no declarados, según archivos criminales argentinos y autoridades españolas. Ambos manifestaron que el dinero venía de negocios legítimos, pero las autoridades incautaron la mayor parte.
Tal vez con la idea de evitar semejante desventura, Atachahua le indicó a Guastini que quería migrar hacia sectores más limpios. Pero antes tocaba organizar varios negocios.
En junio de 2012, ambos viajaron a Ámsterdam vía Francia para reunirse con personas que Guastini describió a la policía como «los calabreses», presuntamente la mafia ‘Ndrangheta que controla la región meridional italiana de Calabria. Los registros de inmigración respaldan la afirmación de Guastini y muestran que Atachahua viajó de Argentina a Francia el 20 de junio y volvió al país desde Holanda el 29 de junio.
Unos meses más tarde, en noviembre de 2012, la policía uruguaya puso en marcha una operación contra la banda de Atachahua a raíz de una denuncia anónima. Informados de que extranjeros buscaban introducir un cargamento de droga de Argentina a Uruguay, arrestaron a varios sospechosos que dejaron entrever la red global del grupo.
Uno de los detenidos fue Francesco Pisano, un italiano que trabajaba como traficante para la ‘Ndrangheta. También capturaron a dos argentinos y dos uruguayos e incautaron más de 276 kilos de cocaína y casi 47 kilos de pasta base.
Atachahua y Guastini lograron escapar, pero hay videos de sus encuentros con los detenidos. También se logró establecer su salida: a la 1:13 de la madrugada del 24 de noviembre de 2012, justo antes de la redada policial, el Renault Megane de Atachahua fue grabado cruzando el puente de Fray Bentos que une a ambos países.
Según las autoridades, Pisano hizo un acuerdo con un traficante uruguayo para mandar la droga desde el puerto de Montevideo a Calabria, en el sur de Italia.
Pero Atachahua tuvo suerte. La policía uruguaya no compartió información sobre él y Guastini con sus colegas argentinos. Una fuente policial uruguaya, que conoció el caso, dijo que «no confiaban» en la policía federal argentina en ese momento porque «no se cumplieron varias órdenes en esa operación».
Guastini también indicó que lograron intimidar a los testigos para que no se presentaran a una audiencia clave, lo cual afectó aún más la investigación. Tras un cambio de fiscales, señaló Guastini, la causa contra él y Atachahua se «paralizó» y no prosperó.
Por varios años Atachahua se mantuvo por fuera del radar, a pesar de que hay fuentes que afirman que información sobre sus operaciones se transmitieron a la DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos.
Tras esa señal de alarma, Atachahua parecía aún más determinado a ocultar sus ganancias. En 2013, él y su esposa le donaron acciones de sus empresas a su hija, una transacción ahora investigada en Argentina.
En 2016, la joven se instaló en Canadá y dos años después se comprometió. Guastini, mientras tanto, se embarcaba en una nueva alianza: a partir de 2018, el contador empezó a entregar información a las autoridades argentinas.
A lo largo de los años siguientes, las autoridades conocieron cada vez más detalles de las operaciones de Atachahua. El capo respondió y ajustó su seguridad.
Según un fiscal argentino, en los meses previos a su detención en 2020, Atachahua se preparaba para enviar un cargamento de droga importante a España. Sabía que lo seguían, pero se las arregló para ir un paso adelante. Cada vez que llegaba a Argentina por el aeropuerto de Ezeiza de Buenos Aires, daba vueltas en las instalaciones por al menos una hora para perder a los agentes. «Siempre lo conseguía», señaló una fuente cercana al caso.
Pero finalmente, su suerte se acabó. Lo detuvieron en octubre de 2020, en una redada en la que participaron 400 gendarmes argentinos, que ocuparon 25 domicilios y negocios.
En octubre de 2020 Atachahua fue detenido en un megaoperativo con 400 gendarmes. Video: Gendarmería Argentina.
Al mes, como parte de la acusación contra los miembros de la organización –incluyendo a Atachahua– un juez impuso un embargo sobre más de 30.000 millones de pesos argentinos en activos, unos 150 millones de dólares.
Justo antes de la captura de Atachahua, su esposa Maribel –en ese momento prófuga y con orden de captura internacional– logró viajar a Perú. Volvió a Argentina en octubre de 2021 y afirmó que salió a visitar a sus padres enfermos.
Fuentes italianas indicaron que no han investigado ni a Atachahua, ni a Guastini, ni a Valdivia, el peruano que controla la casa de cambio en Milán. En España, donde Atachahua supuestamente realizaba parte de sus negocios, tampoco hay indagaciones sobre su caso, indicaron fuentes policiales. Las autoridades peruanas, por su parte, señalaron que no tienen información sobre Valdivia o las transacciones que Guastini supuestamente realizó para Atachahua.
De hecho, ni siquiera existen antecedentes penales de Atachahua en Perú. Castañeda, el fiscal peruano, explicó que la ley peruana permite borrar de los registros a las personas que ya han cumplido una condena, para que se puedan reinsertar en la sociedad.
La hija de Atachahua fue interrogada cuando viajó a Argentina en 2020. No le impusieron restricciones a su libertad, pero le prohibieron salir del país.
En su declaración, la esposa de Atachahua manifestó que era la primera vez que estaba «vinculada a un expediente judicial».
El grupo «no era una banda ni una asociación ilícita», dijo. «Somos una familia».
Por Miguel Gutiérrez (El Comercio), Iván Ruiz (Infobae), Guillermo Draper (Búsqueda), Cecilia Anesi (IrpiMedia), Milagros Salazar (Convoca), Gonzalo Torrico (Convoca), Daniela Castro (OCCRP), Nathan Jaccard (OCCRP) y Romina Colman (OCCRP)