Narcos brasileños se arraigan en la Amazonía peruana. “Comando Vermelho”.
Cuatro presos de poco más de un metro y medio de estatura, muy jóvenes y ágiles como acróbatas, instalan un toldo improvisado hecho de bolsas negras en el patio principal de la prisión de Pucallpa, capital del departamento de Ucayali, en la Amazonía peruana, con unos 325.000 habitantes. Lo estiran, lo giran, lo levantan, lo cuelgan y lo atan, como si los movimientos estuvieran coreografiados. Lo hacen para crear una zona con sombra para un visitante.
Debajo de la lona improvisada ubican una mesa y dos sillas de plástico. A pocos pasos, la bandera brasileña está pintada sobre el piso. Destaca ahí, solitaria. Es una señal de la hegemonía del Comando Vermelho, un nombre que la gente teme decir en voz alta, y que corresponde a la organización criminal brasileña conocida simplemente como CV.
Una bandera brasileña pintada en el piso del patio de la prisión en Pucallpa, la capital de la región peruana de Ucayali. | Pamela Huerta
“Hay vermelhos, pero no los conozco”, dice uno de los entrevistados. ¿Cómo sabe que son miembros del CV? “Así dicen en las noticias. Yo no sé nada. En mi pabellón solo hay uno”, agrega nervioso.
El hombre no habla más y pide cambiar de tema porque esas personas son peligrosas. “Es mejor no meterse con ellos”, advierte, mientras mira discretamente hacia la parte superior de las celdas que rodean el patio. La prisión alberga actualmente a 2.531 reclusos, 2.418 hombres y 113 mujeres, más del triple de su capacidad oficial de 800.
El CV es una de las organizaciones criminales más peligrosas de Brasil. Tiene sus raíces en las revueltas carcelarias de la década de los setenta que buscaban mejorar las condiciones en una prisión, ahora desaparecida, de Río de Janeiro. Con el tiempo se transformó en una grupo que ha hecho del narcotráfico una de sus principales actividades económicas. El CV comenzó a tomar el control de rutas claves de tráfico de cocaína, especialmente en las fronteras de Perú y Colombia. Tabatinga es una de sus áreas estratégicas, una ciudad amazónica ubicada en la triple frontera que esos dos países comparten con Brasil.
Para construir esta base de datos consultamos fuentes primarias y documentos en todos los municipios fronterizos amazónicos de Brasil, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia.
Eso cambió en 2020 cuando buscando el control absoluto se involucró en una sangrienta disputa con otros dos grupos criminales brasileños, la Família do Norte (FdN) y el Primeiro Comando da Capital (PCC). Todos quedaron debilitados por la batalla, lo que permitió el surgimiento de un nuevo grupo de disidentes de las tres bandas conocido como Os Crias, en portugués, o Los Niños, en español.
Ese mismo año, el mundo se paralizó por la pandemia del covid-19 y los mercados globales, incluidos los ilegales, enfrentaron situaciones críticas. El CV, con su dominio reducido, se desplazó hacia Ucayali, una región peruana limítrofe con Brasil, donde se expanden los cultivos ilícitos de coca, el principal ingrediente de la cocaína.
Según cifras recientes de la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Vida sin Drogas (DEVIDA) –entidad encargada de la política antidrogas de Perú–, en 2022 había 14.531 hectáreas (56 millas cuadradas) de sembríos de coca en la región
LA CONQUISTA DEL COMANDO VERMELHO
María* es una joven del pueblo indígena Shipibo-Konibo, del distrito de Callería, en la provincia Coronel Portillo del departamento de Ucayali. Tenía 19 años cuando conoció al hombre que todavía considera el amor de su vida. En ese momento tenía pareja y dos hijos. “A los 12 años salí embarazada del primero”, recuerda. Era solo una niña, aunque no lo ve de esa manera. Habla con ingenuidad cuando recuerda al miembro del CV quien, según ella, la cortejó y la convenció para que se tatuara su nombre en el antebrazo, adornado con un corazón y que se extiende casi desde el codo hasta la muñeca.
María es una de las 113 mujeres que en abril estaban presas en la cárcel de Pucallpa. Lleva su cabello rojo recogido en un moño despeinado, y una blusa estampada que deja al descubierto sus hombros. Sus aretes dorados contrastan con el rosado del lápiz labial que lleva.
Con 24 años ha pasado los últimos tres en la cárcel de Pucallpa por tráfico de drogas. La atraparon cuando trataba de ingresar a la prisión pasta base de cocaína para su cuñado, quien era cercano al hombre de quien se enamoró. “Fue algo injusto”, dice. “Yo no sabía. Confié porque era mi familia”.
En su comunidad de origen, la coca es cultivada especialmente por aquellos que hablan bien español y pueden establecer conexiones con mestizos (personas no indígenas). No hay muchas opciones para ganarse la vida, dice. “Eligen nuestras comunidades principalmente porque como es lejos, no llega la policía, no llega nadie”.
La cuenca del río Abujao está controlada por el CV. Es una zona remota a la que nadie va, incluido el gobierno, y que, según fuentes policiales, está controlada por el CV, es la región en torno al río Abujao y la cuenca paralela de Utiquinía, al sureste de Pucallpa. La mayoría de las comunidades son indígenas, y las personas que han trabajado en la zona afirman que nadie entra o sale sin que la CV lo sepa.
“No voy como hace seis meses, es caro ir seguido, por el combustible. Pero yo puedo entrar y salir porque soy de allá. Tengo mi chacra, y mi suegro sigue viviendo ahí”, dice un campesino de Abujao que ahora vive en Pucallpa.
“Si usted va, no lo van a dejar entrar y quizá tampoco salir. Ahí los brasileños controlan todo”.
Exfuncionarios del gobierno regional, que solicitaron no ser identificados, confirman la versión. Dicen que han sido bloqueados y amenazados por el CV cuando han intentado iniciar proyectos en el área.
Para llegar a Abujao se viaja por el río Ucayali desde el puerto de Pucallpa, un viaje que dura entre 10 y 15 horas dependiendo de la época del año. Para un visitante, el paisaje –dominado por selva y agua– puede parecer igual, pero un motorista experimentado puede reconocer los sutiles puntos de referencia. En la estación seca, cuando los niveles de agua son bajos, solo las canoas pueden navegar por el Abujao y otros afluentes del Ucayali.
Fuentes de la Oficina Regional de Inteligencia de la Policía Nacional dicen que comenzaron a detectar brasileños vinculados con el CV en la zona desde 2015, pero fue en el 2020 cuando pudieron confirmar que la organización criminal se había establecido en la región. Son cautelosos al identificar a los miembros del CV porque cuando algunos delincuentes son arrestados, afirman pertenecer al grupo para inspirar miedo, dicen.
No obstante, la policía antidroga identificó como miembros del CV a un grupo de narcotraficantes implicados en un enfrentamiento armado con la policía el 2 de agosto en Callería, distrito que incluye la cuenca del Abujao. Un agente resultó herido y, tras la huida de los traficantes, la policía confiscó cocaína, armas de fuego, munición y un teléfono móvil.
María conoció al hombre cuyo nombre lleva tatuado a través de sus hermanos, quienes comenzaron a producir coca para un narcotraficante local cuando tenían 12 años. Sus hermanos No saben leer ni escribir. Ganan dinero recogiendo hojas de coca hasta que les sangran las manos. Al principio, lo presentaron como José. Más tarde ella descubrió que ese no era su nombre real. Dice que la trató como a una princesa, aunque lo describe como un hombre atractivo y sin remordimientos.
“Lo veía cada mes, cada que llegaba a recoger su carga. Transportaba cocaína en ladrillos, en su bote de madera, así la policía no iba a sospechar ¿no? Entonces, me avisaba y yo iba a donde se hospedaba. Me quedaba tres días y luego él se iba con su carga”, dice con una mirada de nostalgia.
Según oficiales y otras fuentes que pidieron no mencionar sus nombres, la región de Abujao es un área controlada en su totalidad por el CV. Ahí se produce pasta base de cocaína que luego es transportada por río hasta Brasil. Otro de sus dominios empieza en la comunidad rural de Nuevo Utiquinía, en el río Utiquinía. Fuentes dicen que es un punto importante para el almacenamiento de drogas antes del envío, pero es de difícil acceso para las autoridades.
“Los brasileños contratan a los pobladores de la comunidad para sus operaciones. A veces los ves cruzando el pueblo con sus costales o moviendo dinero. Ya se sabe en qué están metidos, pero uno debe quedarse callado o lo mandan a desaparecer. Esa es la experiencia que los mismos comuneros relatan durante los almuerzos o las cenas”, dice una exfuncionaria pública que trabajó en la zona hace unos cuatro años.
El coronel Luis Wong Briceño, jefe de la Dirección Antidrogas de la Policía Nacional (DIRANDRO) en Ucayali, dice que la comunidad Shipibo-Konibo de Flor de Ucayali es allanada constantemente. “Se destruyen laboratorios, se hace erradicación, pero siguen en lo mismo”, dice.
Según las cifras de DEVIDA, Flor de Ucayali tenía 219 hectáreas (casi una milla cuadrada) de cultivos de coca en 2022, un 34 % más que en 2020.
DEVIDA no tiene estadísticas de otras comunidades indígenas en Ucayali, ni de otras poblaciones rurales, conocidas como comunidades campesinas. Según Carlos Figueroa Henostroza, presidente ejecutivo de DEVIDA, la entidad solo monitorea a las comunidades que solicitan su asistencia, y en Ucayali solo trabaja con Flor de Ucayali. La aceptación de la ayuda de la agencia para desarrollar otras fuentes de ingresos, no significa necesariamente que el tráfico de drogas no continúe.
La falta de datos plantea dudas sobre la precisión de las estimaciones de producción de coca en Perú, así como sobre la cantidad de cocaína que se puede producir a partir de ella. El Sistema de Información de Lucha Contra las Drogas de Perú, conocido como SISCOD, solo muestra la potencial producción anual de cocaína para Ucayali hasta 2020, cuando se produjeron 35 toneladas, según los datos oficiales. No hay estimaciones de producción desde que las autoridades confirmaron la presencia del CV en la región.
Figueroa Henostroza dice que la única forma de cambiar la situación en la cuenca del Abujao sería aplicando el “Modelo Perú”, una estrategia implementada en 2015 y retomada recientemente, que implica la erradicación de cultivos de coca, sanciones por actos ilegales y esquemas de desarrollo alternativo para proporcionar a las familias un ingreso de fuentes legales, como el cacao, el café o la piscicultura.
“Necesitamos hacerlo así porque es la única manera de rescatar a las poblaciones vulnerables del tráfico ilícito de drogas y poder incorporarlas al desarrollo”, dice.
Sin embargo, a pesar de esos esfuerzos, la producción de coca y cocaína en Perú sigue aumentando. Las comunidades remotas, donde las oportunidades laborales y educativas son escasas o inexistentes, y también están lejos de los mercados de cultivos alternativos, son las más atractivas para los narcotraficantes. Ningún negocio es tan rentable como el tráfico de drogas o la minería ilegal de oro, que también se ha trasladado a la cuenca del Abujao. (Fuente: Infoamazonía.com)
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